La mirada de Circe se
deslizó por aquel cruce de calles perezosamente, como si tuviera todo el tiempo
del mundo. Como si no supiera que Hex la estaba esperando escondido en aquel
mismo sitio, como si no fuera consciente de que él la podría matar en cualquier
momento.
Parecía muy tranquila. La
pistola cargada en la mano. El rostro completamente imperturbable. Su pecho
subía y bajaba despacio, con calma. Nadie diría que acaba de emprender la
carrera de su vida, tan rápido como su cuerpo le había permitido, e incluso
más. Nadie diría que el pulso le latía bajo la piel tratando de imitar el
frenético ritmo del aleteo de un colibrí. Nadie diría que estaba ahí para matar
a la persona a la que antes había creído querer, pero sin embargo, así era.
Enfrente de ella el
esqueleto de un edificio vacío se alzaba, con fragmentos de cristales pendiendo
de sus ventanas que la observaban como decenas de ojos. Unos pasos más allá un
semáforo colgaba en mitad de la calle, torcido y cabizbajo. Las líneas de la
carretera se asomaban débilmente entre los montones de escombros que decoraban
el suelo. Asimiló cada uno de los detalles de la ciudad moribunda que la
rodeaba, pero no encontró ni el más mínimo indicio de que Hex estaba ahí. Pero
ella sabía con una certeza abrumadora que el chico estaba ahí, observándola. Lo
sabía. Porque ella, al contrario que
él, no se había tomado la molestia de esconderse. Aquello sólo habría sido una
pérdida de tiempo. Algunos podrían pensar que era una insensata. Que aquello
era un suicidio. Que no sabía lo que hacía. Pero no era así.
- No deberías estar aquí -
susurró una voz esperada a su espalda. Una advertencia, dura y fría, metal
líquido invadiendo los oídos de la chica.
Circe se mantuvo de
espaldas, sin mirarle siquiera. Sus labios esbozaron una sonrisa taimada apenas
perceptible. Sus dedos acariciaron la pistola que estaba sosteniendo. No
tembló. No se inmutó. No se sobresaltó.
¿Por qué iba a hacerlo? Lo conocía lo suficiente como para saber que estaba
allí. Lo suficiente como para saber que en ese mismo instante la estaba
apuntando con una pistola. Lo suficiente como para saber qué iba a hacer, qué
iba a decir, cómo iba a actuar. La traición no lo había hecho menos predecible.
- Yo podría decirte lo
mismo. ¿Qué diría el líder de esos monstruos a los que ahora llamas aliados si
supiera que has venido a charlar conmigo?
Casi pudo oír cómo
apretaba las mandíbulas a sus espaldas.
- Esto no es una reunión
para hablar del tiempo o de cómo nos va la vida, imbécil. Estoy a punto de
matar a una de las rebeldes más peligrosas, y seré recompensado por ello.
- ¿De las más peligrosas?
- rió con suavidad -. Piropos así no, cariño, vas a hacer que me sonroje.
- Te estoy hablando en
serio, Circe - gritó él - ¿Me oyes? ¡Te estoy apuntando con una pistola, Circe!
¡Con una jodida pistola! De las que quitan la vida y hacen llorar. De las que
matan. ¿Y tú te lo tomas a broma? Sigues siendo la misma chica gilipollas con
complejo de mártir. Dime, Circe, ¿seguirás siendo así cuando haya vaciado el
cargador de la pistola en tu pecho?
Escuchó cómo la grava del
suelo se movió al dar un paso.
- Dime, ¿qué crees que se
siente al saber que la persona a la que querías no dudará a la hora de
disparar?
Esa era la mayor habilidad
de Hex. Ni disparar, ni pelear. No había nadie que hiriera con palabras mejor
que él. Nadie inyectaba hiel al hablar como él. No importaba que a Circe le
hubiera dolido. Daba exactamente igual que aquel puñado de palabras se hubiera
clavado en su interior como cuchillos. Lo único relevante era que él no supiera
la magnitud de sus palabras.
Así que se dio la vuelta.
Con la mirada limpia y clara, como si sus palabras le hubieran dado aún más
confianza, más arrogancia de la que ya tenía de por sí. Sólo tenía que creerse
su papel, fingir que todo eso no le importaba lo más mínimo, aguantar un poco
más. Luego podría desmoronarse todo lo que quisiera por lo que sabía que iba a
hacer. Después de todo, ya lo había dicho Hex. Aquello no era una reunión para
hablar del tiempo. Ambos sabían para qué habían ido allí.
- Dime una cosa, Hex.
Le miró a los ojos. Uno
del color azul del cielo. Otro del color castaño de su pelo. Tenían algo que
aún entonces la atraía como un imán. No era algo físico, sino una especie de
magnetismo del que ella había creído librarse hacía mucho tiempo. Era como un
hechizo, como un maleficio, le había dicho una vez. "Maleficio, ese
debería ser tu nombre". Y así había sido. Ella le había dado un nombre.
Ella le había dado alguien en quién confiar. Le había dado una compañera. Una
amiga. Mucho más que eso. Y todo eso se había convertido en nada.
- ¿Por qué?
Él pareció sorprendido.
Quizá no esperaba que nadie le hiciera esa pregunta. Tal vez esperaba que Circe
soltara algo tratando de irritarlo. A lo mejor tan solo buscaba una excusa para
apretar el gatillo sin sentirse culpable después. Había un millón de posibilidades,
pero ninguna parecía satisfacer a Circe.
- ¿Por qué lo hiciste? -
su voz casi se rompió, convertida en un montón de añicos tras los que se adivinaban
las lágrimas. Casi se podía entrever, con mucho esfuerzo, lo difícil que le
estaba siendo enfrentarse a todo aquello. Casi, pero no del todo.
Ella seguía con la mirada
clavada en la suya, ignorando por completo que tenía el cañón de aquella
pistola a escasos centímetros de su frente.
- ¿Qué coño te hizo pensar
que era buena idea aliarte con ellos? ¿Pensaste en toda la gente a la que estabas
condenando con tu traición? ¿Eh? Paw. Zar. Fawn. Lucca. Yo.
- Cállate.
- ¿En algún momento ha
significado algo para ti la palabra compañerismo? ¿Lealtad?
- ¡He dicho que te calles!
Veía la forma en la que la
sangre ardía en sus venas, el brillo metálico producido por la ira en sus ojos.
percibió cómo se tensaban su manos alrededor del gatillo, cómo las ganas de apretarlo
aumentaban. Qué fácil sería para él hacerla callar, pensó. Un disparo, y todo
estaría solucionado. Circe estaría muerta, y el capitán Venom le recompensaría
por ello. Sin embargo, los dos sabían que sería muy difícil sobrellevar la
culpa después. Estaba lejos de tener nada que ver con el amor, si no más bien
con el haber sido compañeros. Ese anticuado "Cúbreme las espaldas" que
creaba vínculos se encargaría también de crear remordimientos. Pero si Venom se
enteraba de que había tenido la oportunidad de matarla y no lo había hecho, el
que acabaría con una bala instalada en su cerebro sería él.
Qué fácil sería para él
hacerla callar, volvió a pensar, como si por fin fuera consciente de ello. Sólo
un pequeño movimiento y fin. No necesitaba nada más.
Y en ese momento, a pesar
de la situación en la que se encontraba, y con una curiosidad morbosa guiando
sus pensamientos, Circe tuvo curiosidad por saber cómo acabaría todo aquello.
- ¿Quieres saber por qué
lo hice? - una risa cruel -. Digamos que valoré más la vida que eso que tú llamas
lealtad.
Dio otro paso hacia
delante.
- ¿No te das cuenta,
verdad, Circe? Estáis peleando por una causa que ya está perdida. Lo está ahora
y lo estaba en el momento en el que empezasteis. Los rebeldes no tendréis un final
feliz. Siendo optimistas, alguien enterrará vuestros cuerpos. Y si nos ponemos
en lo peor, vuestros cadáveres se amontonarán en un callejón oscuro y seréis la
próxima comida de alguna rata. Pero no hay ninguna posibilidad de que salgáis
de esta guerra con vida. No en el bando en el que estáis. No después de todo lo
que habéis hecho.
Hex inspiró, con fuerza.
- Así que, por si te lo
preguntas, no. No me arrepiento de haberos traicionado - le quitó el seguro a
la pistola -. Míralo desde este punto de vista. Al menos alguien irá a dejaros
flores.
Quizá ya iba siendo hora
de que apartara los ojos de Hex y empezara a concentrarse en la pistola. Iba a
disparar. Iba a morir, joder. ¿Y eso era todo? ¿Ni un adiós, ni un "Ha
sido un placer conocerte"? Se le escapó un resoplido de frustración, que
hizo que él arqueara una ceja.
- ¿Qué? - lo preguntó a
regañadientes, como si no estuviera del todo seguro de querer saber qué pasaba
por la mente de la chica.
- Estaba pensando - una
risa ligeramente histérica brotó de su garganta - que la muerte no se ve igual
desde el otro lado de la pistola.
Hex se quedó extrañado.
¿Eso era todo? ¿No pensaba escapar? ¿No pensaba quitarle el arma de las manos y
ganar ella la partida? ¿No iba a luchar? ¿No iba a intentar salir con vida de aquello? ¿Eso
era todo?
Inspiró con fuerza. Acercó
el índice al gatillo. Mejor así. Sería más fácil si ella no luchaba. Porque tenía que hacerlo. Debía hacerlo. Era él o ella. Él o
ella. Él o ella. Soltó el aire y abrió los ojos, aunque ni siquiera se había
dado cuenta de que los había cerrado.
Iba a hacerlo.
- Ha sido un placer -
musitó él.
Un brillo de humor se
encendió tras los ojos de ella y él estuvo tentado de volver a preguntar, pero
no tenía sentido posponerlo más.
Ella no cerró los ojos. No
era su estilo apartar la mirada. Girarle la cara a la mismísima Muerte debía de
ser una falta de educación en toda regla, pensó Circe, y ella no era tan
maleducada.
Hex volvió a tomar aire.
Él o ella.
Suspiró. Bajó el arma.
- Lárgate. Vete. Por tu
bien, más vale que no nos volvamos a ver, porque entonces te dispararé.
Y se fue.
¿Él o ella? A pesar de
todo, la respuesta seguía siendo ella. Siempre.
(Lo siento si ha sido una entrada excesivamente larga, no he podido acortarla de ninguna manera. Mil gracias por haber leído hasta aquí, en serio)
precioso :3 me encanta, lo adoro, lo amo
ResponderEliminarLa carita te delata, Caballo. Graaaaaaaaaaacias^^
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