martes, 2 de octubre de 2012

Los ojos de una niña soñadora.

Exactamente igual que nos pasa a todos, hubo un día en que la niña por fin se dio cuenta de que tenía la cabeza llena de pájaros, de pequeños colibríes que la ayudaban a sobrevolar la realidad, que la anudaban a las nubes con cables de oro, su mirada surcando la esponjosidad de los cumulonimbos. Así que cuando se dio cuenta de que volaba por el aire sin control, que las alas de su imaginación aleteaban descontroladas, cuando fue plenamente consciente de que no podía mantener los pies sobre la Tierra, le pidió a la Tierra que se mantuviera bajo sus pies. Que se quedara cerca, muy cerquita, que le sirviera de punto de apoyo. Se lo susurró al oído, muy bajito, de corazón, con los ojos brillantes de una niña soñadora y con un por favor que se balanceaba en sus labios. Se lo pidió con la gravedad propia de quién cree que algo es de súbita importancia, como sólo una niña sabe pedir las cosas.
Y la Tierra entendió, sin necesidad de que le explicara nada más, porque ella también había soñado una vez.

1 comentario:

  1. Que la Tierra se acerque un poco, pero que la niña nunca deje de volar. Por mucho que crezca, por mucho que crea que tiene demasiados pájaros en la cabeza.

    Yo me paso por aquí con la esperanza de que vuelvas a escribir pronto.
    (y sigo sin saber cómo seguirte, sep)

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