martes, 22 de abril de 2014

-¿Estás loca?
Todo parece irreal. Mi voz suena estridente, demasiado alta, y la ansiedad empapa cada una de mis palabras, pero no me doy cuenta. Tal vez me importase, si los ojos de Liss no tuvieran aquel brillo desquiciado que he aprendido a temer a base de ensayo y error. Tiene un plan. Uno más que añadir a la lista de planes fallidos. Uno de esos en los que el riesgo es mayor que el premio, porque con Liss no hay de otro tipo. Va a salir mal. Hace mucho que se nos ha agotado la suerte y no hay ninguna posibilidad de que salga bien.
Soy tan egoísta que espero que sólo termine con tres cotillas rotas, un buen dolor de cabeza y un mapa de moraduras adornando su piel. Que siga viva para quejarse de lo mucho que le aprietan las vendas y de lo mal que se encuentra. Que sólo sea eso. Que sea con la última vez.
Miro en sus profundos ojos azules y toda esa determinación de hielo derrumba cualquier posible esperanza. Por favor, que alguien la salve. Que alguien la haga entrar en razón. Que alguien la ayude, grito en silencio.
Pero ahí sólo estoy yo, agarrándole del brazo y suplicándole que me escuche, y hace mucho tiempo que eso no es suficiente.
- Liss, no lo hagas. Por favor. Seguro que hay otra manera. Encontraremos cómo.
Ella esboza una sonrisa irónica y entiendo que, aunque ninguna de las dos lo dice en voz alta, sabemos que estoy mintiendo.
- No vas a hacerlo. No voy a dejar que lo hagas.
Otra mentira. Otra sonrisa irónica.
- El cementerio esta lleno de valientes, idiota - le grito, desesperada.
Liss rompe a reír, me estampa un beso en la mejilla y se da media vuelta.
- Pues que me hagan un hueco, porque está a punto de colarse la mayor cobarde del mundo.

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