sábado, 17 de septiembre de 2011

Verdad a borbotones

No sé si alguna vez habéis tenido esa sensación. Esas ansias a primera hora de la mañana, cuando te levantas y pones los pies en el suelo de nuevo, de ser sincera. De no callarte nada, y ser honesta con todos. Porque la gente sigue diciendo que las verdades deberían ser dichas a la cara. Aunque no sé si son conscientes de que ellos no quieren saberlas realmente. La verdad es algo que duele demasiado como para que valga la pena. Si no lo sabíais aún, ahora lo descubriréis.
A la propietaria de la risa cruel y la sonrisa condescendiente, decirte que toda esa gente a la que tú llamas amigos, hace mucho tiempo que dejaron de serlo. Sinceramente, estoy cansada de oír una y otra vez la larga lista de calificativos negativos que siempre siguen a tu nombre.
A ti, la dueña de ese brillo de superioridad en los ojos, que sepas que no, no eres tan popular como tú crees. Ni las chicas tratan de imitarte, ni los chicos van detrás de ti.
Ah, y no pienses que me voy a olvidar de ti, señorita Amor Propio. Sí, sé lo que piensas. Tu vida es una mierda. Nadie te quiere. Ni una sola persona se interesa por ti, dices. Estás completamente segura de que todo el mundo habla mal de ti a tus espaldas y que, en el fondo, a todos les das asco. Igual sería conveniente que dejaras tus complejos a un lado, y que empezaras a apreciarte a ti misma, para variar.
Y por supuesto, hay que hablar de ti. Te dedicas a hablarme y hablarme, contándome todos y cada uno de tus problemas. Y yo te escucho mientras te quejas, presumes o finges. Te presto atención, porque es lo que los amigos hacen. Están ahí para el otro. Pero, al parecer, tú no opinas que tenga que ser algo recíproco. Cuando se trata de mí, es distinto. Si soy yo la que quiere decirte algo importante, las cosas cambian. Aparentemente, lo que me pase a mí no es digno de tu atención. Pero he aprendido la lección, ya sé distinguir a los de tu clase, y sé que me cruzaré con personas como tú a lo largo de mi vida. Lo único que tengo que hacer es aprender a esquivaros. Porque, por supuesto, no sois una especie en extinción, ni mucho menos. Aparecéis hasta debajo de las piedras, me temo, y respondéis al nombre de falsos. Y yo ya estoy harta de gente como vosotros.

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